La mejora del uso del agua en la agricultura de regadío es una de las áreas prioritarias que se identifican en todos los debates sobre recursos hídricos y soberanía alimentaria. El uso de nuevas herramientas y tecnologías que den respuesta a esta prioridad han estado marcando las líneas de actuación de muchas políticas y programas de investigación e innovación.
En los últimos años ha habido una expansión muy importante de los sistemas de riego por aspersión en zonas dedicadas a cultivos extensivos (maíz, alfalfa, cereales de invierno), entre ellas el Valle del Ebro. Estos sistemas tienen una eficiencia potencial elevada, pero su manejo debe optimizarse para alcanzarla (más agua aprovechada por el cultivo y mayor producción por unidad de agua aplicada).
Existen dos aspectos del manejo del riego por aspersión que pueden ser fácilmente manejados por los agricultores y que influyen en los rendimientos de los cultivos: momento del riego y frecuencia del riego.
Los sistemas de riego por aspersión normalmente se diseñan, por razones económicas, para que operen durante 20-24 horas del día en el periodo de máximas necesidades de riego de los cultivos. Debido a ello los agricultores deben regar durante el día y la noche en dicho periodo (julio y agosto). Sin embargo, es conocido que el riego por aspersión durante el día tiene algunas desventajas comparado con el riego nocturno. Así, las mayores pérdidas de agua por evaporación y arrastre y la menor uniformidad del riego, debidas a la mayor velocidad del viento durante el día, hacen que la eficiencia del riego diurno sea menor en comparación al riego nocturno.
El riego por aspersión con sistemas de cobertura total permite modificar fácilmente la frecuencia del riego. En el Valle del Ebro la frecuencia del riego con estos sistemas varía entre 1 y 5 días. En algunos suelos con problemas de infiltración es necesario aumentar la frecuencia del riego para que la dosis aplicada sea menor y no haya escorrentía. Sin embargo, en otros casos la frecuencia del riego es una elección del agricultor. Si bien la alta frecuencia del riego se indica como algo positivo, en el caso del riego por aspersión hay que tener en cuenta que una mayor frecuencia de riego puede implicar mayores pérdidas de agua por interceptación. Estas pérdidas se refieren al agua que queda mojando la planta al finalizar el riego por aspersión y que se pierde rápidamente. Al aumentar el número de riegos estas pérdidas pueden aumentar. Asimismo, la absorción de iones por la planta puede cambiar al variar el número de veces en que se moja.
Los trabajos de investigación realizados a lo largo de los últimos años han permitido determinar que tanto el momento como la frecuencia con la que se realiza el riego por aspersión influyen de forma diferente en el rendimiento del cultivo dependiendo de la especie cultivada.